22/06/09

Una de las formas de control que ha habido a lo largo de la historia, de las más sutiles y productivas, es la de introducir en la conciencia el peso de una norma, criterio u opinión, que se deja aceptar como buena y que condiciona, por vía de la presencia, el continuo vital. La Iglesia Católica, vía del pecado, las ideologías, vía de la coherencia, son cargadores de conciencia para la conducción de espíritus y mantenimiento del 'chiringuito' social.
Hoy, a la hora de librarte de los desperdicios, se plantea la vía de la facilidad frente a la de la solidaridad ambiental. Nos han introducido la carga del ecologismo y de la necesidad de reutilizar, reciclar y restaurar. Las campañas se empeñan en recordar que el individuo es el culpable de lo mal que va el planeta en el desarrollo medioambiental. Como en todas las ideologías se instala el chip culposo y se olvidan de hacer presentes a los grandes culpables, con motivos más que suficientes para poder contaminar, basados en la carestía de la reformas y el bienestar social (cifrados en puestos de trabajo) que proporciona.
Las campañas no afirman que los individuos son responsables de un tanto por ciento y el dinamismo reciclador puede paliar dicho porcentaje. Uno se siente culpable de las tormentas, de los desiertos, de las catástrofes humanitarias y hasta a veces de los atentados internacionales. Tiene miedo de excomunión medioambiental cuando se equivoca de recipiente al tirar un trocito de papel

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