29/09/07


Todo se pierde, nada se transforma. Dejamos todo morir, impasibles, como si fuera natural.
Adoptamos nuevos roles olvidando aquellos que un día nos hicieron felices. Impasibles. Como si fuera natural.
Nos vamos agarrando a la novedad ante el esfuerzo o la decepción. Nos cuesta mantener el ritmo en la dificultad. Preferimos no luchar. La comodidad ante el enfrentamiento del cambio. Y olvidamos a los que nos han hecho. Y el pasado deja de importarnos y nos disculpamos sosteniéndonos en el ritmo implacable de la vida.
Hoy tengo frío y no es sólo por la climatología. Y la angustia la tengo que disipar con la inevitabilidad. pero este camino rasga el yo que lo tengo anclado en la estabilidad del recuerdo. Y no sé salir de ahí. Porque no tengo futuro cierto, ni cambio que recambie lo que he sido. No tengo alternativa y el presente se me está quedando vacío.
No quiero que me deje de importar pero la realidad se impone y no sé si luchar para no dejar de ser.
Los tengo ahí y casi nunca concordamos y mi necesidad es tan personal que no casa con otras. Y se me están yendo, se van diluyendo. Impasible estoy con esta angustia que no me sirve de motor.
Proyecto hacia los demás para no actuar y no sé si es posible avanzar. Si están dispuestos y si es posible. Son más las intenciones que las acciones. Y sin éstas no hay nada.
Todo cambia, nada permanece. Todo se va muriendo. El cambio me ha dejado impasible. La estabilidad pasada no existe y no puedo crear otras nuevas. Y no tengo a nadie con quien hacerlo, no tengo a nadie que quiera hacerlo.
Tampoco puedo comunicarlo porque temo no ser entendido y si lo fuera no sé si hay capacidad para emprenderlo.

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