060910


De las cosas que tienen las vacaciones es que contactas con personas con las cuales a lo largo del año no tienes relación. Y se tienen conversaciones que producen, como mínimo, una reflexión. Por ejemplo, con los niños. A ellos le puedes contar cosas que pasan y de las que ellos no tienen conocimiento y a veces siguen tu discurso y pueden ensoñar con realidades ajenas a las suyas. Pero hay algunos a los que no. El mundo es el reducido ámbito de su conocimiento. Y son capaces de decir 'no' a alguna afirmación que les haces porque no está dentro de su caja de conocimientos. La realidad sólo puede ser como ellos la ven. Luego uno tiene que recurrir a su experiencia y a sus años (qué pena de recurso), para convencerlos. No puede haber algo distinto o las cosas no se pueden hacer de manera distinta o por distintas personas a las conocidas. ¡Cosas de la bendita edad! Luego crecen y algunos se dan cuenta que la realidad es más matizada, es...más gris. Pero otros no. Siguen siendo de este tipo de niños para los que la realidad es la que cabe en su cajita de conocimientos. Y se vuelven dogmáticos. Para otros muchos, cuando crecen, la realidad tiene tantos matices que se convierten en escépticos. Incluso en cínicos. Ambos proliferan últimamente. Los que necesitan valores absolutos, muy absolutos y los que no los necesitan porque el surtido de valores es tan amplio que hoy pueden coger unos y mañana otros. Al final nadie elige los suyos sino que se tiene los 'que son' o los que 'convienen'

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