15/12/09

Mantener las propias convicciones choca, en ocasiones, con lo entendido por muchos como la paz. Esta se iguala a la tranquilidad o mejor dicho a la ausencia de guerra, de conflicto. La paz, a menudo, sobre todo en tiempo de paz, es validar todas las posturas en aras a no provocar desazón personal o social. Adaptarme a todo porque la tranquilidad está por encima de la verdad, la verdad de uno al fin y al cabo. Los abusos de autoridad, los pequeños fraudes, las mentiras en los hechos y valores, etc. son vistos como elementos nimios de la realidad sobre los cuales es necesario sobrevolar para vivir en paz.
Pero las convicciones, llevadas a la cotidianeidad, no producen paz. Aunque uno no sea el más beligerante de todos. Porque se enfrenta a la máxima de la tranquilidad. Mejor es tragar que levantar mínimamente la voz. Porque para qué. Todos tenemos convicciones y la mayoría entiende lo que está bien y lo que no, pero no todos tienen la posibilidad o la valentía para expresarla. A veces es por la paz

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